La elección de la metodología en cualquier investigación
depende, no sólo de la concepción ideológica y de la formación
epistemológica del equipo investigador, sino también "debe depender de las
exigencias de la situación de investigación que se trate" (Cook y Reichardt,
1986)", y no olvidemos que en esta investigación la situación a investigar
es muy compleja al intervenir en la misma colectivos con formaciones,
motivaciones e intereses dispares.
La investigación en el campo de las ciencias sociales tiene unas
características propias que la hacen diferente a la investigación en
ciencias naturales. La peculiaridad de los fenómenos que estudia, obligan a
utilizar diferentes métodos en su investigación. Tratándose de
intervenciones educativas no podemos dedicarnos, exclusivamente, a la
valoración de resultados. Los procesos educativos son complejos. Intervienen
en ellos multitud de factores interrelacionados cuyo aislamiento sólo puede
conseguir la distorsión del conocimiento pretendido.
Las características propias del Practicum, al implicar a grupos de alumnos
de distintas especialidades, colectivos de profesores en ejercicio de
diferentes especialidades y niveles educativos (desde la Educación Infantil
a la Universidad), refuerzan este planteamiento: la ambigüedad de las metas
perseguidas, los límites organizativos imprecisos, la imposibilidad de un
control formalizado por falta de criterios claramente definidos y acordados
etc. son factores difícilmente controlables y aislables como variables
experimentales.
A veces ese afán por mantener un supuesto "rigor" en la investigación nos
conduce a la selección, consciente o inconscientemente, de las variables más
fácilmente cuantificables u operativas, con el doble peligro, por un lado,
de tomar en consideración los aspectos menos relevantes y, por otro,
consecuencia del primero, llegar a conclusiones sesgadas, erróneas y
engañosas. Pero hay un mayor peligro. Desde la perspectiva cuantitativa, se
tiende a suprimir de la investigación todo aquello que no va a ser medido,
es decir, lo difícilmente cuantificable, o al menos se relega a un segundo
plano en la práctica.
"La complejidad de los fenómenos educativos es de tal magnitud que
difícilmente pueden ser evaluados a través de mediciones. Cuando en aras de
una supuesta 'mayor cientificidad', diseccionamos la realidad,
descontextualizamos los fenómenos educativos y les atribuimos valores
numéricos, a fin de adaptarlos a una metodología cuantitativa, es fácil que
hayamos forjado una imagen de esa realidad irreconocible por los que en ella
están inmersos y, por tanto, incapaz de producir conocimiento válido para la
comprensión, la reflexión y la mejora de la intervención educativa o social"
(Fernández Sierra y Santos Guerra, 1992, 23).
El carácter irrepetible de los fenómenos educativos impide su investigación
en laboratorio o su duplicación, al estar íntimamente vinculado a contextos
determinados en situaciones específicas y en momentos concretos de su
desarrollo. Además, en él interactúan multiplicidad de factores, por lo que
su control es muy difícil y cuyo aislamiento sólo puede conseguir la
distorsión del conocimiento pretendido. Y, la generalización de los
resultados de su investigación es difícil, puesto que deben contextualizarse
(Guba, 1982), mientras que la generalización implica su desvinculación del
contexto (Zumwalt, 1982).
No obstante, siguiendo la propuesta de Cook y Reichardt (1986) creemos que
habría que superar la disyuntiva o enfrentamiento entre la utilización de
métodos cuantitativos (aquéllos que los buscan a través de los criterios de
medida datos cuantificables y medibles en porcentajes) y métodos
cualitativos (aquéllos que buscan la información que subyace a la realidad y
a los fenómenos y los procesos, y de los criterios que la configuran, y que
ayudan a analizarla, comprenderla y conocerla mejor para su intervención).
La negociación entre ambas metodologías es lo que se ha venido a llamar
"triangulación".
Como dice Lee J. Cronbach y asociados (1980) en su tesis número 59 "el
evaluador sabio no debe declarar lealtad a ninguna de las metodologías
sumativas (científico-cuantitativas) o metodologías descriptivas
(cualitativo-naturalistas)".
Ya algunos autores habían defendido anteriormente esta posición según la
cual cabe emplear conjunta y eficazmente los métodos cualitativos y
cuantitativos, tanto en el contexto de la investigación de evaluación (Britan,
1978; Campbell, 1974; Cook y Cook, 1977 y Stake, 1978) como en disciplinas
de naturaleza más tradicional (Denzin, 1970; Eisner, 1977; Rist, 1977 y
Sieber, 1973). Pero tal vez fueron Trow (1957, 338) y Cook y Reichardt
(1986) quienes lo expresaron mejor.
Esta triangulación supone una serie de ventajas como señalan Cook y
Reichardt (1986):
1. - Posibilita la atención a los objetivos múltiples que pueden darse en
una misma investigación.
2. - Se vigorizan mutuamente brindando puntos de vista y percepciones que
ninguno de los dos podría ofrecer por separado.
3. - Contrastando resultados posiblemente divergentes y obligando a
replanteamientos o razonamientos depurados. |