Uno de los principios que los adultos han
de aplicar a diario para ser mejores maestro/as es no
involucrarse en luchas de poder en las que normalmente nadie
sale victorioso.
Una lucha de poder se produce cuando alguien cree que
ha perdido autoridad y quiere recuperar la sensación de
control. Los niños plantean luchas de poder cuando no se les
permite tomar decisiones y ponerlas en práctica con sus
propios recursos.
Hay que considerar que las luchas de poder son
inevitables porque partimos de la base de que la relación
entre maestro/as e alumno/as no es una relación de igualdad, sino
jerarquizada. Los maestro/as son adultos que sirven como modelos
de los alumno/as y estos necesitan de esos modelos. Los
alumno/as
tienen gran capacidad de aprendizaje pero muchas veces les
falta el sentido común para afrontar situaciones de la vida
diaria. En estos casos, son los maestro/as los que deben poner
límites a la libertad individual para protegerlos.
Además, cuando un maestro/a no tiene autoridad, el
alumno/a la
adquiere y llega a disponerla y usarla. Y lo que es peor, si
en la casa no hay autoridad, el alumno/a intenta encontrarla fuera
de ella y de ahí que busquen líderes individuales que no
siempre ejercen una influencia positiva en los alumno/as porque se
refugia en su grupo y lo sigue de forma gregaria.
Una lucha de poder viene a ser un conflicto. No debemos
temer a que aparezcan los conflictos porque así nos permite
superarlos. Lo importante es aprender a enfrentarse a ellos
para poder encontrar una solución correcta.
Desde el punto de vista del maestro/a, es importante que
una lucha de poder o conflicto no se plantee como algo
personal donde tiene que haber un ganador y un perdedor. Lo
que hace falta es controlar la situación para que las dos
partes en conflicto ganen y, por extensión, la familia
completa.

Características de las luchas de
poder
La lucha de poder suele
convertirse en una reacción, por ambas partes, de necesidad
irracional de controlar al otro. Trae como consecuencia
sentimientos negativos y es difícil llegar a soluciones
satisfactorias para ambas partes.
Una lucha de poder genera otras luchas
porque produce sentimientos de impotencia y de pérdida de
control. Las luchas de poder no se producen siempre sobre un
tema concreto, el motivo es la falta de poder.
Las luchas de poder pueden ser conflictos menores o
acabar en malos tratos físicos. Se hacen habituales en las
relaciones familiares y en casos extremos pueden producir
abusos, depresión o serias disfunciones en el clima
familiar.
Reynold Bean en "Cómo ser mejores maestro/as" plantea las
siguientes características:
Como nadie gana una lucha de
poder, el objetivo es no perderla, lo cual hace que las
partes enfrentadas sigan indefinidamente.
En una lucha de poder, ambas
partes tienen la vaga sensación de estar realizando un
esfuerzo inútil, pero se niegan a abandonar. Se
desarrollan sentimientos muy negativos.
Los maestro/as que están inmersos
en una lucha de poder observan en los alumno/as una
característica que no les gusta de sí mismos y desean
cambiarla. |
Los maestro/as suelen plantear luchas de poder con los
alumno/as que presentan rasgos parecidos y donde los adultos se
ven reflejados. Por tanto, se suele transmitir al alumno/a que
tiene un carácter similar al adulto. Esta situación la puede
evitar el adulto siendo sincero y reconociendo lo que no le
gusta de sí mismo.

La pérdida de
control
Existe una relación clara entre la
tendencia a controlar todo y los asuntos que no incumben al
adulto. La necesidad de controlar asuntos que no son de la
competencia del adulto, está en proporción directa con la
sensación de pérdida de control sobre las vidas de los
alumno/as.
En la etapa de la adolescencia suele
producirse esta situación; al adolescente se le suele privar
de su propia responsabilidad y esta situación suele repetirse
desde la más temprana edad.
Estas situaciones se producen cuando el alumno/a, el
adolescente, no hace lo que los maestro/as esperan que haga. Esto
activa la necesidad por parte del adulto de
controlar.
Cuando los alumno/as aprenden a tener el control significa
que crecen en armonía porque controlan su vida y por tanto sus
decisiones. Se trata de un proceso natural e inevitable. Los
maestro/as inseguros temen que sus alumno/as se vuelvan más autónomos
e independientes.
Hay dos factores que complican la obtención de control
por parte de los alumno/as. Uno consiste en que el proceso es
irregular. Sufre retrocesos, acelerones. El segundo factor es
que el aumento de las cotas de independencia produce ansiedad
en ambas partes debido a la ambigüedad y a los cambios
imprevistos.
La solución está en planificar el proceso de
crecimiento y negociar los cambios sería más fácil si el
proceso de madurez fuera más predecible.

Luchas de
poder se producen por...
A todos nos gustaría
tener más control sobre nuestros actos y vidas del que
tenemos. Este grado de control es difícil de conseguir por lo
que en cierta forma es lógico sentir cierta
frustración. Esta sensación debemos superarla y esto es
muestra de madurez. Cuando no lo conseguimos (como cuando un
maestro/a llega a casa con mal humor por haber tenido problemas en
el trabajo) pagamos con el resto de la familia, sobre todo con
quien no obedece.
De esta forma, la solución está (por parte de los
maestro/as) en encontrar soluciones que permitan a cada uno
resolver sus necesidades. Estos maestro/as son guías y modelos
para sus alumno/as.
Las luchas de poder se originan cuando
se pretende enseñar al más joven las áreas de responsabilidad
y a comprometerse con ellas. Esta situación es inevitable. Lo
que hay que intentar es no basar la relación entre maestro/as e
alumno/as en continuas luchas de poder porque se llegaría a una
situación de constante tensión y disputa. Otro motivo
importante que origina luchas de poder es la rivalidad por la
autoridad en el clima familiar. Algunos maestro/as son
conscientes de que la pérdida de autoridad es inevitable y por
eso viven tranquilos y no entran en luchas de poder con sus
alumno/as. El grado de autoridad que tengan los maestro/as depende,
sobretodo, de cómo utilizan el poder que tienen sobre los
alumno/as, y eso les permite aumentarla, recuperarla o perderla.
Esta autoridad de los maestro/as es eficaz cuando se cumplen las
siguientes condiciones:
1. Existe consenso entre los maestro/as.
2. Se ejerce de modo participativo y se sabe
llegar a acuerdos. 3. Se persigue como fin la
educación de los alumno/as y su autonomía.
4. La autoridad es coherente con la conducta
de los propios maestro/as. 5. La autoridad se apoya en
valores y normas estables. 6. La
autoridad se traduce en
hechos. |
La no consecución de alguna de estas condiciones puede
acarrear crisis de autoridad como maestro/as. La mejor fórmula es
ejercer una autoridad positiva desde que los alumno/as son
pequeños. Si esto último no lo cumplimos todavía estamos a
tiempo porque cuanto antes se cambie y se mejore, tanto mejor.
En definitiva, para seguir teniendo autoridad o empezar a
ganarla, es preciso practicar día a día con decisiones
correctas, justas y útiles.

Estamos
inmersos en una lucha de poder cuando...
Un
maestro/a intenta evitar una determinada situación con su
alumno/a. Siempre hay que recurrir al castigo físico para
conseguir lo que se pretende. El maestro/a se enfada o se
deprime cuando el niño está cerca.
La solución
de una lucha de poder está en...
No es lo mismo resolver y detener una lucha de poder
que evitar que se produzca. De forma rápida podemos tener en
cuenta los siguientes principios en caso de que nos veamos
envueltos en una lucha de poder:
Haga preguntas en lugar de dar
órdenes. La reacción de la persona ante una orden es
de ofrecer resistencia. Por el contrario ante una pregunta se
reacciona con el análisis y la evaluación. La pregunta genera
ambigüedad y al niño le cuesta reaccionar ante ella, se
desconcierta y es más fácil conseguir los objetivos del
adulto. Las preguntas deben incluir un qué, cómo, cuándo o
dónde. Se debe evitar el por qué debido a que resulta
complicado explicar el motivo por el que hacemos las
cosas.
Tenga un lugar donde
"esconderse" cuando se desencadene una lucha de poder.
Por supuesto no hay que abusar de esta medida. Se debe
utilizar únicamente en ocasiones especiales. Sobre todo cuando
el adulto siente sentimientos de frustración, enfado,
resentimiento..., es fácil no tratar al niño de manera
racional y justa. Retirarse a tiempo a un lugar seguro de la
casa crea una situación ambigua a la que se tiene que
enfrentar el niño. Es claro que cuando el maestro/a es capaz de
irse de una discusión, es señal de que controla sus
sentimientos. Los niños no desearán que los adultos les
controlen pero sí que estos últimos se controlen a sí
mismos.
Proporcione a su alumno/a más de
una opción para elegir. De esta manera, el adulto
consigue más poder. Esta situación hace que el niño no se
sienta impotente porque, en definitiva, puede elegir. Se
consigue que el niño admita que lo que el maestro/a quiere que
haga es razonable, entonces hay que dar al niño la posibilidad
de decidir cómo, cuándo y dónde debe realizar la tarea.
Algunos ejemplos son: "¿quieres hacerlo ahora o más tarde?",
"¿cómo piensas hacerlo?", "¿quieres bañarte ahora o dentro de
10 minutos?", "¿quieres utilizar la aspiradora o la escoba
para limpiar la habitación?", etc.
La persona a quien usted tiene
que controlar es a sí mismo, no a su alumno/a. Los
maestro/as
cometen un grave error y es que tienen que controlar a sus
alumno/as. Los maestro/as que no saben controlarse a sí mismos no
pueden controlar a sus alumno/as. No es verdad que los
maestro/as son
capaces de controlarse por el hecho de ser maestro/as. Cuando
entramos en una lucha de poder no tenemos control sobre
nosotros mismos y las emociones salen a la superficie. En
estas condiciones, los adultos se comportan como si fueran
dueños de la situación cuando en realidad no lo son. Cuando se
pierde el control significa que ya no se ofrecen opciones.
Nadie es perfecto y cometemos errores por muy adultos que
seamos. Es contraproducente sentirse culpable por un
sentimiento de incapacidad para resolver los conflictos.
Suprimir constantemente las emociones no ayuda a los alumno/as a
resolver sus conflictos. Los niños aprenden mucho observando
las debilidades de sus maestro/as.
Soltar una carcajada en mitad
de una lucha de poder consigue pararla. Esto resulta
práctico cuando todo lo demás ha fracasado. Cuando entramos en
una lucha de poder no la debemos tomar demasiado en serio,
porque resultará más difícil resolverla. No se trata de reírse
del otro sino reírse de la situación de tensión que genera una
lucha de poder. Una lucha de poder absorbe todos los
sentimientos positivos por lo que ofrecer una risa en un
momento de máxima tensión puede ayudar a rebajar tensión,
eliminar resistencia y acercar posturas.
|