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El gran problema
es la no aceptación de la diferencia como elemento
positivo y valioso. Todos los diferentes han sido
sistemáticamente marginados y reprimidos: tanto los de fuera
(colonialismo, esclavitud…) como los de dentro (paganos,
herejes, mujeres, pobres, gitanos, discapacitados…)
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Desde siempre la
diferencia ha sido vista como una amenaza: genera miedo,
sospecha. Hemos sido educados en una concepción marcadamente
negativa de las diferencia y no estamos habituados a ver al otro
como riqueza.
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Pero vivimos en
un mundo donde la diversidad es la regla. Hoy la
tolerancia ya no es suficiente: al otro no sólo debemos
respetarlo, sino que con él debemos cohabitar y construir un
destino común.
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Sin una educación
en la diversidad y para la convivencia, fundada en los derechos
humanos, la educación no tiene futuro en esta sociedad.
Educar a partir del otro, de la otra, es el nuevo paradigma
educativo.
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