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La educación
intercultural es insuficiente si no va unida a una política
general de igualdad de oportunidades a todos los niveles por
parte del Estado.
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La pedagogía de
la interculturalidad no se limita, ni mucho menos, al ámbito de
la escuela, sino que implica a la sociedad en su conjunto en una
dinámica relacionada con la justicia social, el
desarrollo de la ciudadanía, la democracia participativa y la
eliminación del sexismo.
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Mientras no haya
una intervención sistemática desde el sistema educativo y,
aún más, desde los medios de comunicación social, el punto
de partida de cualquier intento de educación intercultural será
francamente complicado. Podemos desarrollar tantos currícula
escolares multiculturales maravillosos como queramos, pero por
muy importantes e influyentes que sean, la mayoría de las veces
no tendrán nada que ver con el currículum cultural que enseña la
televisión, las películas, la música popular, los videojuegos e
internet.
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Podemos dedicar
grandes esfuerzos a cambiar actitudes, a despertar curiosidad y
respeto recíproco entre aquellas personas que son de etnias
diferentes, pero difícilmente conseguiremos la consolidación de
tales finalidad si ese trabajo no se enmarca en un contexto
donde también se establezcan cambios, por ejemplo, en el
marco jurídico y normativo con respecto a la igualdad de
derechos de todos los ciudadanos y ciudadanas.
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